domingo, 27 de mayo de 2012


 ASERTIVIDAD


Parte de la inteligencia Emocional, es la expresión de mis necesidades
y emociones de manera adecuada, esto es asertividad
Veamos unas recomendaciones que nos proponen en:


http://todas-las-emociones.blogspot.mx/search/label/Asertividad


Tips: Asertividad, saber decir NO

Habilidades sociales

Asertividad: La expresión a través de la cual uno establece los propios 
derechos e intereses sin violar los derechos e intereses de los demás.

Una de las maneras es saber decir que no. Sin ser agresivo en la
respuesta o sin ser pasivo y dejarse convencer.


Tips:
Aunque se sienta culpable cuando tenga que decir no, no elabore excusas rebuscadas. Lo más posible es que acabe tan enredado con sus propias 
mentiras que, para evitar el desconcierto total, ceda a las peticiones más
 imposibles. Una estrategia efectiva sería negarse amablemente a hacer
 el favor diciendo:
«Por más que quisiera, sencillamente no puedo...»
Luego cállese, no importa lo largo que sea el silencio que se produzca a 
continuación.
He aquí algunos favores típicos que le pueden pedir sus familiares y 
maneras enérgicas de ofrecer una negativa amable.Si una persona le 
pregunta:
«¿Puedes prestarme cinco mil pesos? Te las devolveré en cuanto me 
paguen, te lo prometo.»
Usted puede contestar:
«Me gustaría poder ayudarte, pero simplemente me es imposible.»
Si la persona intenta insistir con preguntas como:
«¿Por qué no? Tienes un buen trabajo y mucho dinero.»
Usted puede decir:
«¡No debemos de tratar con el mismo banquero! Lo siento, pero me 
resulta imposible en este momento.»

Si alguien pregunta:
«¿Podrían quedarse nuestros hijos mayores con ustedes en verano 
mientras hacemos un viaje?»
Usted puede decir:
«Eso no será posible. No, no creo que podamos. Lo siento.»
Si intenta presionarlo diciendo:
«¿Por qué no? Nuestros hijos no te causarán molestias. Son unos
 angelitos, te lo prometo.»
Usted puede decir:
«Estoy convencido de que tus hijos serían unos huéspedes 
perfectos, pero me temo que no puedo ayudarte. Ya tenemos 
planes para el verano.»
Otras respuestas posibles a diferentes situaciones:
«Me encantaría poder ayudarte, pero me temo que tengo que 
rehusar tu propuesta. Lo siento mucho, pero no puedo.»
« Lo siento, pero te convendría mucho más buscar otra persona.
«Me gustaría, pero en este momento no hay manera de que pueda 
hacerlo,
«Me resulta imposible comprometerme. Si quieres, te puedo dar el 
nombre de...
O la respuesta humoristica:
"Me encantaría, pero no me apetece".

LA PRUEBA DEL BOMBÓN





En este video podemos observar el manejo de las emociones en un grupo de  niños a quienes los ponen a prueba.  El autocontrol, el saber esperar para lograr algo mejor.
              Les va a encantar.......

¿CÓMO PUEDO TOMAR EL CONTROL DE MIS EMOCIONES?





"No existe hombre más poderoso que el que se puede 
controlar a sí mismo"

                 El video nos muestra los pasos para lograr el autocontrol, lo que nos ayudará a mantener relaciones positivas con los demás.

jueves, 24 de mayo de 2012

¿Cómo promover la I. E. en el Aula?

Una de las premisas necesarias para promover que los alumnos desarrollen su inteligencia emocional, es que el docente desarrolle también su propia inteligencia emocional. Ello no debería sorprender, si tenemos en cuenta la vieja presunción de que el profesor enseña en su práctica docente básicamente su propia personalidad. Por tanto, la promoción y desarrollo de la inteligencia emocional en el aula, tanto del docente como del discente, debe producirse de un modo coordinado. El propio proceso de promoción potenciará un respeto mutuo de las propias sensaciones, facilitando de este modo la creación de ambientes positivos de aprendizaje.


¿Qué lugar ocupa la inteligencia emocional en nuestra actividad docente actual, en nuestras aulas?

Se ha dicho que se puede llevar a un caballo a la fuente del conocimiento, pero está claro que no se le puede obligar a beber. Cuando los alumnos se sienten amenazados, dejan de aprender, por lo que el profesor debe conocer y estar atento a las señales del alumno que indican que se siente amenazado. Algunos alumnos viven como una amenaza que constantemente se les bombardee con conocimientos que no comprenden. En cambio, cuando el alumno se siente seguro con el profesor, se abre y dedica todas sus energías a aprender (Colom, 1997).

La inteligencia emocional del profesor constituye una de las variables que mejor explica la creación de un aula emocionalmente inteligente. Y su inteligencia emocional parece depender de cómo gestiona sus propias emociones, especialmente las de naturaleza negativa. El profesor no debería negar sus emociones negativas, sino ser capaz de expresarlas de un modo saludable dentro de la comunidad que construye con sus alumnos.

Algunas de las claves prácticas relacionadas con esta gestión emocional en el aula podrían ser las siguientes:
  1. Identificar las propias sensaciones: preguntarse «¿cómo me siento?», responder comenzando las frases por «me siento...», y etiquetar a las propias sensaciones, no a los alumnos o a las situaciones. 
  2. Ser responsable: no culpar a los alumnos de las sensaciones propias. Hay poco tiempo entre los estímulos y las respuestas, de modo que ser capaz de tomar decisiones sabias en ese reducido período de tiempo constituye una de las claves de una gestión inteligente de las emociones.
  3. Usar la propia penetración emocional para aprender sobre uno mismo. Las sensaciones negativas indican que no se ha logrado satisfacer determinadas necesidades emocionales. Si el profesor siente que no se le respeta, que no se le obedece, o que la situación se le ha ido de las manos, entonces necesitará sentirse respetado, obedecido, y con la situación bajo control. Ahora bien, los alumnos no están sentados en los pupitres para satisfacer las necesidades del profesor, sino que es el profesor quien está allí para satisfacer las necesidades de sus alumnos. Por tanto, el profesor debe intentar satisfacer sus necesidades no constructivas en otro lugar o dejarlas correr.
  4. Procurar ampliar los márgenes de lo aceptable: cuando el profesor se siente bien consigo mismo, está más dispuesto a aceptar, tolerar, ser paciente, comprensivo y pronosticable. Ello favorece que los alumnos se sientan aceptados, aprobados, seguros, relajados, lo que, dicho brevemente, favorece su autoestima. Algo que el profesor no debería olvidar nunca es que las emociones son contagiosas; son como el amor, que no se busca ni se encuentra, sino que se contrae.
  5. Una de las tareas más trascendentales del profesor consiste en ayudar a sus alumnos a etiquetar sus emociones. Debería enseñarles un vocabulario amplio de palabras con connotaciones emocionales, a expresar sus propias emociones y a hablar de ellas abiertamente.
  6. También debería ofrecerles posibilidades reales de elección, dando crédito a sus decisiones y pidiéndoles respetuosamente que le ayuden a satisfacer sus necesidades, si ello resulta posible y pertinente en el contexto del aula.
  7. Respetar las emociones de sus alumnos es algo que el profesor debe cuidar especialmente, preguntándoles abiertamente por ellas. También debería esforzarse por validarlas, aceptarlas, comprenderlas, mostrar empatía, cuidar y preocuparse por ellas.
  8. El profesor debe potenciar que los alumnos se pregunten activamente cómo se sienten y qué podría ayudar a mejorar.
  9. Naturalmente, enseñarles a resolver sus propios problemas a través de la empatía y el respeto mutuo, resulta crucial.
  10. Finalmente, el profesor podría evitar términos como «deberías», así como etiquetas subjetivas tales como «bueno/malo» o «cordial/bruto».
  11. Estos diez componentes se podrían resumir en una regla básica para el desarrollo de la inteligencia emocional en el aula: el respeto mutuo por las sensaciones de los demás. Ello supone necesariamente saber cómo nos sentimos y ser capaces de comunicar abiertamente nuestras sensaciones.
Las cosas van rodadas cuando los alumnos actúan voluntariamente, en lugar de hacerlo porque son coartados o amenazados de algún modo, por muy sutil que pueda ser. La escuela debería estar preparada para promover la auto-percepción emocional y la «alfabetización emocional». No basta con enseñarles a decir «me siento rabioso» o «me siento triste». Se le debe proporcionar al alumno un vocabulario preciso mediante el que expresarse, especialmente en lo relativo a las sensaciones negativas que, por alguna razón, suelen ser más difíciles de comunicar de un modo respetuoso.

lunes, 21 de mayo de 2012

Educar con I. E. en los centros educativos.

Hace 2200 años Platón decía: ”La disposición emocional del alumno determina su habilidad para aprender”.

Uno de los requisitos para que el profesorado asuma la misión de desarrollar la I.E. de sus alumnos es que se comprometa a desarrollar su propia inteligencia emocional.
Respecto al uso de la propia inteligencia emocional los educadores deberán ser capaces de:
- Expresar adecuadamente sus sentimientos en la relación con los alumnos.
- Utilizar la metodología de planificación en función de metas y de resolución de problemas.
- Poner en práctica estrategias de automotivación.
- Controlar sus estados de ánimo negativos y gestionar adecuadamente sus emociones.
- Manifestar su empatía y capacidad de escucha.
- Desarrollar conductas asertivas, manejando adecuadamente los conflictos que se produzcan en el aula.
Educar con I.E. implica que el profesorado sepa identificar sus sentimientos y emociones, sepa controlar su expresión, no reprimirla sino ofrecer modelos adecuados de expresión sobre todo cuando se trata de emociones negativas que suelen ser más difíciles de comunicar de una forma respetuosa. Evidentemente la educación de las emociones requiere una formación inicial pero también una formación permanente. 


Este tipo de educación es además importante porque puede convertirse en una prevención inespecífica, -prevención de estrés, de la depresión, de los conflictos interpersonales-, y a la vez potencia su desarrollo como persona.
Se ha comprobado que la inteligencia emocional del profesor es una de las variables que está presente en la creación de un clima de aula emocionalmente saludable, donde se gestionan de forma correcta las emociones y donde se pueden expresar sin miedo a ser juzgados o ridiculizados.
Todo educador debería enseñar un amplio vocabulario emocional, o como dice Goleman debería prestar atención a la alfabetización emocional de sus alumnos. Y procurar ayudar a sus alumnos a mirar en su interior a menudo para descubrir cuáles son sus estados emocionales y por qué están provocados.
Es importante que el alumnado comprenda que las emociones son una parte fundamental del ser humano, determinan nuestro comportamiento, manifestándose a través del ajuste social, el bienestar y la salud del individuo.
Con el programa escolar atiborrado por la proliferación de nuevos temas y agendas, algunos profesores que, comprensiblemente, se sienten sobrecargados, se resisten a sustraer más tiempo a los contenidos básicos para enseñar estas habilidades, de manera que una estrategia alternativa para impartir educación emocional, no es crear una nueva clase, sino integrar las clases sobre sentimientos y relaciones personales a otros temas ya enseñados.
Las lecciones sobre las emociones pueden surgir naturalmente en la clase de lectura y escritura, de lengua, de ciencias, de estudios sociales, así como en el resto de las asignaturas. Los modelos de intervención son muy variados, desde la acción tutorial a la integración curricular de los contenidos que desarrollan la inteligencia emocional.
Por otra parte no hay que olvidar que muchos de los docentes en ejercicio recibieron una formación pensada para la escuela de mediados del siglo XX y nuestra sociedad ha cambiado vertiginosamente, de manera que la formación permanente que nuestra sociedad actual impone a sus ciudadanos, también resulta indispensable para el profesorado de todos los niveles educativos.
Dado que cada vez más niños no reciben en la vida familiar un apoyo seguro para transitar por la vida, y que muchos padres no pueden ser modelos de inteligencia emocional para sus hijos, las escuelas pasan a ser el único lugar hacia donde pueden volverse las comunidades en busca de pautas para superar las deficiencias de los niños en la aptitud social y emocional.
Todos los centros educativos deberían estar preparados para desarrollar esta función. La I.E. debe promoverse a través de la práctica docente pero no existe un libro de recetas sino pistas, señales que nos marcan el camino. Numerosas investigaciones sobre el tema nos pueden brindar una ayuda más que necesaria a la hora de abordarla. 


Afortunadamente estas investigaciones nos dicen que es posible estudiar la I.E. de un modo formal y nos señalan cuáles son sus principales competencias, alrededor de las cuales giran una serie de habilidades que se pueden desarrollar en el aula de un modo práctico mediante actividades diseñadas expresamente para tal fin.
Hoy en día existen varios programas de desarrollo de la I.E. que están siendo aplicados con mucho éxito en nuestro país y que están recogidos en la bibliografía.


Se ha comprobado que los programas de alfabetización emocional mejoran las calificaciones académicas y el desempeño escolar. Este no es un descubrimiento aislado: aparece una y otra vez en diferentes estudios. En un momento en que demasiados niños parecen carecer de la capacidad de manejar sus problemas, de prestar atención o de concentrarse, de controlar sus impulsos, de sentirse responsables por su trabajo o de interesarse en su aprendizaje, cualquier cosa que sostenga estas habilidades ayudará a su educación.


En este sentido, la alfabetización emocional mejora la capacidad de la escuela para enseñar.


Todos los investigadores coinciden en las características de los alumnos emocionalmente inteligentes, que, a modo de resumen, son las siguientes:
· Poseen un buen nivel de autoestima
· Aprenden más y mejor
· Presentan menos problemas de conducta
· Se sienten bien consigo mismos
· Son personas positivas y optimistas
· Tienen la capacidad de entender los sentimientos de los demás
· Resisten mejor la presión de sus compañeros
· Superan sin dificultad las frustraciones
· Resuelven bien los conflictos
· Son más felices, saludables y tienen más éxito
Otro argumento que justifica la necesidad de educar con I.E. se basa en los estudios realizados para determinar la incidencia de las emociones en el proceso de aprendizaje, los cuales han puesto de manifiesto que no basta con un elevado CI para superar los exámenes o concluir con éxito los diferentes ciclos del proceso educativo. Es necesario desarrollar programas que enseñen a los alumnos a tomar conciencia del mundo de los sentimientos, a saber hablar sobre ellos, a descubrir las conexiones entre pensamientos, emociones y reacciones, y a manejar adecuadamente el enfado, la tristeza, la ansiedad, etc.
Según las investigaciones de un experto en fracaso escolar, Lautrey, “los fracasos escolares masivos se deben con frecuencia a factores afectivos, emocionales o relacionales frente a los cuales el análisis de los procesos cognitivos equivale a la realización de un bordado inglés sobre tela de saco”.
Y es también Goleman quien nos dice que los alumnos con bajo rendimiento escolar presentan claras deficiencias en su inteligencia emocional.
El panorama actual y futuro permite inferir la necesidad de una alfabetización emocional de los niños y jóvenes que hoy se encuentran en nuestros centros, futuros trabajadores del conocimiento.

Dirigir con Inteligencia Emocional: el director como líder.

La educación crea el futuro, por eso el concepto de “mejora continua de calidad” es apropiado para la planificación educativa.
Los centros educativos no son organizaciones rígidas, previsibles, que funcionan como un mecanismo de relojería. Si lo fueran la dirección del centro haría las veces del director de orquesta que marca a cada uno de sus miembros cuándo y cómo debe actuar. Se parecen más bien al modelo orgánico, basado en la naturaleza, caracterizado por la flexibilidad, los cambios, la incertidumbre, la complejidad, pues trabaja con personas al servicio de personas.
En este contexto los profesores se convierten el facilitadores del aprendizaje y los directores o gestores se convierten en líderes garantes del buen funcionamiento de su centro y dispuestos a servir a sus miembros e impulsar su desarrollo.
El director se convierte en líder y su trabajo consiste en hacer que toda la comunidad educativa colabore para crear una visión nueva de la escuela y un ambiente de aprendizaje donde todos, alumnos y profesores, enseñen y aprendan.
Los estudios sobre el mundo laboral nos dicen que el director tradicional tiene sus días contados. En esta nueva era la jerarquía ya no sirve para dirigir a la gente y obtener resultados, es preciso proporcionar el rumbo, la inspiración y el sentido que el centro educativo necesita. Y es necesario que esa visión capture la imaginación y la ilusión de la gente.
El liderazgo no puede apoyarse ya en la autoridad sino en la excelencia en el arte de las relaciones, una singular habilidad, muy necesaria en quien tiene que mediar entre padres, profesores, alumnos y personal del centro.
El líder emocionalmente inteligente genera un clima de entusiasmo y flexibilidad en el que las personas se sienten estimuladas para ser más creativos y dar lo mejor de sí mismos. Esto no significa que las tareas principales del líder sean generar excitación, optimismo, pasión por el trabajo, sino alentar un clima de cooperación y confianza que solo es posible mediante la inteligencia emocional.
Una investigación realizada en la Universidad de Yale ha descubierto que la alegría y la cordialidad de los integrantes de un equipo se transmiten más rápidamente que la irritabilidad y la depresión. 


Esta mayor velocidad de transmisión tiene implicaciones muy directas para el funcionamiento de una organización porque parece ser que el estado de ánimo es el que condiciona, en gran medida, la eficacia laboral. El optimismo alienta la cooperación, la imparcialidad y el rendimiento. La risa parece ser un buen termómetro en un grupo de trabajo y proporciona una medida inequívoca del grado de conexión existente entre los corazones y las mentes de sus miembros. 


No es tanto lo que hace el líder, sino el modo en que lo hace. No es tanto lo que dice sino el modo en que lo dice. Las razones que explican esta afirmación se asientan en la misma estructura del cerebro humano. El sistema límbico, lugar del cerebro donde se procesan las emociones, es un sistema abierto según los científicos. Los sistemas cerrados, por ejemplo, el circulatorio, son autor regulados, cada persona tiene el suyo independiente de los demás. Sin embargo, los sistemas abiertos se hallan en gran medida condicionados externamente. 
 
Por ello es de suma importancia el papel que desempeña el líder en el clima emocional colectivo del centro educativo.
Cuando las emociones se orientan en una dirección positiva como el entusiasmo por compartir una tarea común, la creatividad, el optimismo, el funcionamiento del grupo puede alcanzar cotas muy elevadas. Sin embargo, cuando se inclina en la dirección del resentimiento, el miedo o la ansiedad, encamina al grupo hacia su desintegración, lo que pone de relieve otro aspecto esencial del liderazgo: su efecto trasciende el mero hecho de llevar a cabo un buen trabajo.
Para funcionar de forma adecuada en el campo sembrado de minas que es el mundo de las relaciones humanas, la sensibilidad emocional se revela como un factor de suma importancia. 


El líder la necesita para percibir tres aspectos fundamentales de sus colaboradores, inherentes al buen funcionamiento del equipo:
1. Las características específicas de la personalidad de cada uno de ellos, y la mejor forma de aprovechar su potencial.
2. Cualquier problema interno que pueda estar mermando el desarrollo de dicho potencial. Los líderes deben de convertirse en sismógrafos muy sensibles, capaces de detectar cualquier movimiento del equipo que trabaja con él.
3. Las verdaderas y profundas necesidades de cada uno de sus colaboradores. En ocasiones es normal una cierta ansiedad que puede ayudar a centrar la atención y energía del líder, pero el estrés prolongado reduce las capacidades del cerebro para procesar la información y responder eficazmente. 


Se ha demostrado que el estrés acaba disminuyendo el rendimiento y dificultando las relaciones. En cambio, la risa y el optimismo suelen consolidar las habilidades neuronales básicas, necesarias para desempeñar cualquier tipo de trabajo. Ninguna criatura puede volar con una sola ala. El líder emocional combina adecuadamente el corazón y la cabeza, el pensamiento  y el sentimiento. George Sand decía: “La inteligencia busca pero quien encuentra es el corazón”.

Fragmento de:
Ponencia del VII Congreso de Eduación y Gestión.  Begoña ibarrola L. De Davalillo